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Crisis de pareja: Problemas que las causan y como solucionarlas

Las crisis de pareja son algo normal. Hay que aprender a surfearlas ya que de este 'evento negativo' la relación pueda salir reforzada. Aunque si bien es cierto que de una crisis de pareja mal gestionada puede llegar la ruptura definitiva.

Crisis de pareja: Problemas que las causan y como solucionarlas | Luladu

Una crisis de pareja nunca está causada por un solo acontecimiento, suele ser una combinación de factores y se caracteriza por su continuidad en el tiempo.

Puede haber un acontecimiento desencadenante más o menos desestabilizador dentro de la pareja, el motivo puede ser muy variado, desde el descubrimiento de una traición a diferencias de cómo afrontar la vida. Pero generalmente se considera que la pareja está en crisis cuando la revelación de un elemento arroja una luz crítica sobre la vida de la pareja en general.

Una crisis de pareja se produce cuando los miembros de la pareja experimentan un malestar duradero y, a pesar del deseo de cambio, los intentos de resolver los problemas no han tenido éxito o incluso se han convertido en dinámicas repetitivas que alimentan el problema en lugar de resolverlo.

La conciencia de la disfuncionalidad de la relación va acompañada de un estado de malestar, de pesadez en el clima relacional y de un sentimiento de impotencia.

Es en esta fase cuando la pareja debería buscar ayuda externa profesional para evitar que el problema se enquiste y termine por explotar y romper la relación.

La variable temporal tiene una importancia fundamental: en la vida de pareja, las pequeñas crisis, limitadas en el tiempo, deben considerarse fisiológicas; es difícil compartir realmente las elecciones, las decisiones importantes, el cansancio de la vida cotidiana; la confrontación de ideas conduce a un conflicto sano que busca un equilibrio cada vez más acorde con la convivencia de dos individuos, con ideas y prejuicios propios, con actitudes y formas de hacer diferentes.

El acuerdo entre ámbos requiere a veces pasos agotadores o renuncias dolorosas.

En muchos casos, la falta de pequeñas crisis, de momentos de fuerte conflicto, de sana confrontación está en la raíz de la crisis de pareja.

Dejar pasar las cosas, aprender a no decir o hacer algo que hiera a la pareja, con el tiempo, empobrece la expresividad, crea un clima de falta de libertad, produce resentimiento, todos los ingredientes de un malestar que no encuentra salida sino que se alimenta con el tiempo.

¿Existen «reglas» para mantener la buena salud de la pareja?

Obviamente no, pero hay algunos principios que se pueden tener en cuenta.

  • Buscar y recontratar periódicamente la igualdad en la relación (económicamente, en la toma de decisiones, emocionalmente)
  • Apertura al contexto externo (amigos, familiares, aficiones personales)
  • Presencia de otros sistemas humanos importantes, personales o profesionales
  • Disposición a cambiar la dinámica y los afectos (fases de la vida de la pareja)
  • Concebirse como una persona potencialmente autónoma (no temer la posibilidad del fin de la relación)
  • Atención a la repetición de una molestia
  • Respeto a la diferente interpretación de la realidad por parte del otro
  • Presencia de la planificación
  • Complicidad en la intimidad y las relaciones
  • Mantener la diversidad

Uno de los problemas recurrentes en la terapia de pareja tiene que ver con esa particular dinámica relacional que tiende a complacer a la pareja incluso cuando esto significa renunciar a la propia e importante expresividad. Este tipo de dinámica puede tener diferentes etiologías:

  • Miedo al conflicto (evitación)
  • La necesidad de cumplir con las expectativas para sentirse aceptado
  • El prejuicio cultural de que nunca hay que dejarse llevar por las emociones negativas
  • Actitudes ansiosas que conducen a la necesidad de controlar la realidad
  • Necesidad de proyectar una imagen positiva de sí mismo
  • Baja autoestima.

La reconducción de la igualdad en las relaciones

Muchas relaciones entran en crisis por la falta de alternancia de la posición relacional en el equilibrio de la pareja: uno de los miembros de la pareja mantiene una posición de arriba con respecto al otro, que no necesariamente se encuentra en la posición de abajo porque el otro le haya puesto ahí, muchas veces se pone él mismo, contribuyendo activamente a una relación desequilibrada.

En todas esas relaciones en las que pasa la idea de que uno es más inteligente, más apreciado socialmente, a veces más fuerte económicamente, y el otro miembro de la pareja vive reflejado, como un satélite alrededor del sol, y acepta esta especie de subordinación emocional sin ser plenamente consciente de ello y consintiéndolo en su propia consideración; en estos casos en un momento dado tendremos una crisis.

El malestar proviene de la falta de conciencia que en un momento dado permite que se filtre una necesidad de afirmación, mantenida a raya por algún mecanismo neurótico que cede con el tiempo.

Un acontecimiento emocionalmente importante (la maternidad, el enamoramiento, un acontecimiento profesional importante, la pérdida de un progenitor) puede estimular una redefinición de la identidad y llevar a la persona a tomar conciencia de su posición en la relación y en general en su mundo emocional, rompiendo un equilibrio basado en mecanismos neuróticos.

Es importante que la pareja sea capaz de aceptar una fase transitoria de falta de igualdad (uno de ellos pierde su trabajo, uno de ellos se dedica a sus hijos durante un tiempo, uno de ellos comienza una nueva actividad…) pero esta disparidad debe ser aceptada conscientemente por ambos.

Cuando la disparidad se produce de forma natural, como por ejemplo cuando dos profesionales tienen un hijo y (normalmente) ella deja su trabajo para dedicarse al niño sin que esta elección vaya acompañada de ninguna planificación, ni siquiera a grandes rasgos, al cabo de un tiempo surge un malestar que requiere una revisión de la trayectoria de la pareja, de los factores que han surgido y de los que se han puesto en marcha inconscientemente.

Las emociones de fracaso profesional, la sensación de exclusión, la inadecuación y la dependencia mal tolerada pueden alterar negativamente una fase de la vida que podría ser vivida con intenso placer por ambos.

Apertura al contexto externo

La pareja es un sistema relacional, como todos los sistemas vivos, necesita relacionarse con otros sistemas que la rodean y la incluyen.

Y, como todos los sistemas, intercambia energía con otros sistemas; esto mantiene el sistema de pareja saludable. La familia extensa, los amigos, los colegas, los compañeros de actividades diversas (política, aficiones, juegos, deportes) son sistemas que, a través de su presencia psicológica en la pareja, alimentan las ideas, las curiosidades, la «cultura» en sentido amplio de la pareja.

Las emociones negativas también tienen un papel importante: las crisis personales momentáneas vividas en contextos ajenos a la pareja brindan la oportunidad de conocer y experimentar con mayor profundidad la variabilidad de las emociones de cada persona, su forma de reaccionar, su búsqueda de apoyo o complicidad… la búsqueda de soluciones a muchos problemas hace de la pareja un sistema vivo y eficaz.

Por el contrario, una pareja muy excluyente, que se encierra en sí misma, que no cultiva las amistades ni las relaciones con los familiares, que tiende a no hablar siquiera de trabajo (porque los problemas «no hay que llevarlos a casa») entra fácilmente en un clima de asepsia relacional que empobrece y asfixia el sistema de pareja.

A la larga, no hay nada que hablar, nada que comentar y casi nada nuevo.

Una apertura adecuada al contexto externo (ni demasiado ni demasiado poco) permite a la pareja establecer una vida de relación rica en estímulos pero que salvaguarda la especificidad, la identidad y la exclusividad del sistema.

Disposición a cambiar la dinámica y los afectos

La pareja pasa por etapas de desarrollo que comienzan con la etapa inicial de enamoramiento. Esta primera fase puede tener características diferentes para cada pareja y para los dos miembros de una misma pareja. Puede experimentarse con gran intensidad a nivel de atracción física o intelectual o racional, con diferentes combinaciones. Generalmente es una fase recordada con nostalgia, es la fase del «sueño» y a veces de la ilusión (de encontrar en la pareja lo que se desea intensamente).

Tras un periodo que puede variar mucho según si los dos viven por separado o juntos, y generalmente dependiendo de las condiciones externas, la relación entra en una fase de madurez, después de que los dos miembros de la pareja tengan la oportunidad de conocerse realmente, en la realidad con sus aspectos prosaicos de la convivencia.

Generalmente se trata de una fase que conduce a una posible crisis debido a ciertos factores como:

  • Detección de actitudes que son molestas.
  • Compartir el cansancio de las rutinas y del día a día.
  • Acordar lo que es más importante, es decir, las prioridades vitales.
  • Soportar la frustración de no realizar los propios ideales y expectativas.
  • Ajustar el equilibrio entre placer y frustración.
  • Dificultad para acordar una distancia adecuada tras la fase simbiótica del enamoramiento.
  • Regulación de la vida sexual ya no bajo el impulso de la fuerte atracción inicial.
  • Compartir amistades.
  • Relación con las familias de origen o con los hijos nacidos en relaciones anteriores.

Cada uno de estos núcleos problemáticos puede constituir una oportunidad para la confrontación, el conflicto o el acuerdo.

El grado de tolerancia que la pareja tiene hacia la naturaleza problemática de la relación es importante para determinar la evolución de la relación.

Una pareja de baja tolerancia puede entrar en conflicto por algunos de los posibles motivos de desacuerdo mencionados y no encontrar soluciones debido al endurecimiento de sus respectivas posiciones.

Por otro lado, la tolerancia infinita puede ser el resultado de una actitud de «dejarlo pasar» que acumula resentimiento y relativo malestar a lo largo del tiempo.

Concebirse como una persona potencialmente autónoma

En la práctica de la psicoterapia de pareja, el primer obstáculo suele ser la aceptación de la posibilidad de que la relación se rompa.

A veces los dos miembros de la pareja, la mayoría de las veces uno de ellos, no puede tolerar la hipótesis de la separación, es más, esta fantasía desencadena una fuerte ansiedad de separación.

Enfrentarse a una psicoterapia de pareja con este tipo de problemas, afrontar un fuerte conflicto con este núcleo problemático subyacente, altera significativamente las premisas de una negociación.

En la vida de la pareja, el hecho de que la amenaza real o imaginaria de separación provoque angustia constituye una fuerte limitación.

Las personas que sufren este tipo de neurosis no suelen tolerar la idea de que su relación esté en crisis y pueda romperse.

Este pensamiento ni siquiera se formula, sino que se ponen en marcha una serie de defensas cada vez que, aunque sea remotamente, aparece esta hipótesis.

Y así nos impedimos discutir, o evitamos los temas espinosos, o simulamos un acuerdo que no existe, toleramos condiciones desventajosas, evitamos el pensamiento crítico y aprendemos una forma de aparecer que evita el conflicto.

Todo esto tiene un coste psicológico: el sufrimiento puede surgir con síntomas psicológicos (ansiedad o síntomas depresivos) o somáticos.

En estas situaciones un denominador común es, paradójicamente, un distanciamiento psicológico que aísla a la persona en su soledad:

Para no desprenderse del otro, uno se ve obligado a entrar en un mundo privado de cosas no dichas, de pensamientos no formulados del todo, de deseos frustrados porque no se expresan.

A este precio, el vínculo se mantiene, pero la relación ya no es satisfactoria y por lo tanto con el paso del tiempo se acabará rompiendo.

La repetición del malestar

Volviendo a la teoría de los sistemas aplicada a la familia, vemos cómo es necesario que el sistema evolucione procesando indicaciones tanto internas como externas al propio sistema: es un sistema complejo en el que se entrecruzan y armonizan diferentes elementos:

El nivel intelectual/racional, el emocional, la sexualidad, otras identidades (profesional, familiar, política u otras).

La complejidad y los posibles problemas relacionados con ella forman parte del funcionamiento del sistema de pareja; la diferencia entre una pareja y otra radica en la forma en que se abordan gradualmente estos problemas.

Los diferentes estilos de reacción ante la realidad son a veces irreconciliables: un modo ansioso, directivo, evitativo, culpabilizador, frío y pragmático, excesivamente eficiente, presionante, etc., crea malestar en la pareja.

En este punto está la reacción al malestar; ésta también puede ser de varios tipos (se podrían enumerar de nuevo los modos anteriores, en varias combinaciones). Hasta ahora, todo es normal.

Cuando las reacciones y contrarreacciones a una situación problemática se vuelven repetitivas, (por ejemplo, un fuerte conflicto que no conduce a una solución compartida, o a un cierre), entonces es el momento de metacomunicar sobre la relación. Es decir, hablar de cómo vive cada uno esas interacciones, de la lectura que se hace de sí mismo, de su propia interpretación.

Respeto a la interpretación de la realidad por parte de los demás

Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán de la segunda mitad del siglo XIX, dijo: «No existe la realidad, existen las interpretaciones», pero esta afirmación tan radical es de gran ayuda para entender las relaciones entre los seres humanos, ya sean grupos o individuos.

Un hecho puede ser relatado de forma muy diferente por varias personas, de modo que para entender lo ocurrido suele ser importante escuchar a varias personas, cada una con su propia «versión».

En la psicoterapia vemos muy a menudo interacciones muy conflictivas, en las que los interlocutores apelan a la objetividad de los hechos, pero cada uno los lee de forma diferente. Una frase típica en estos casos es «estás exagerando» en tu pretensión de conocer el camino «correcto».

En la conflictividad estéril, el interlocutor pierde el interés por la interpretación que el otro hace de la realidad, por sus recorridos mentales, por la elección de los elementos que tiene en cuenta a la hora de abordar un problema, y en su lugar se ve sorprendido por la actitud de contrariedad:

una idea «diferente» se convierte en «contraria» y se le atribuye una intencionalidad (la más banal es «siempre vas contra mí»).

Entonces el contenido de la discusión pierde importancia (a veces uno ya no recuerda lo que inició la discusión) y prevalece el aspecto de la relación. Cada uno se empeña en definir su propia posición en la relación: encontrar un acuerdo se hace difícil.

Presencia de la planificación

Al igual que la vida del individuo, la vida de la pareja también evoluciona. Para el individuo, es importante la perspectiva temporal, ligada a etapas, a objetivos por alcanzar, a un camino por recorrer. Para la pareja, la planificación compartida es importante.

En la fase de constitución, en la fase naciente, ya hay algunos sueños compartidos, ya hay discusiones sobre los temas principales: querer o no querer hijos, la carrera profesional, la importancia del dinero, dónde vivir, cuáles son las metas importantes a alcanzar.

La planificación proporciona una especie de viaje psicológico, un camino en el que uno se siente inmerso, para alcanzar hitos importantes, objetivos que motivan y pueden ser un motor para la persona en los momentos de mayor fatiga o desorientación.

A lo largo del camino, los elementos de la realidad pueden llevar a la pareja a cambiar de dirección, los objetivos que son inalcanzables pueden ser sustituidos por otros que siguen siendo deseables.

Uno de los elementos críticos en la vida de una pareja puede referirse a la planificación: pensemos en las parejas que descubren que no pueden tener hijos, o en las que entran en crisis tras un terremoto financiero u otras perturbaciones que exigen un rediseño de su vida de pareja; en estos casos los dos miembros de la pareja deben encontrar un camino común tras superar una fase traumática vivida de forma diferente por cada uno de ellos.

Complicidad en la intimidad y las relaciones

Se tiende a pensar que la intimidad de la pareja es principalmente una cuestión de vida sexual. En realidad, la intimidad que proporciona más calor y seguridad en la pareja es la intimidad intelectual, el compartir un mundo de ideas, incluso diferentes, que juntos leen e interpretan la realidad.

Por ejemplo, la metacomunicación sobre otras parejas después de una velada con amigos es importante para dar a conocer a la pareja la propia opinión y, al mismo tiempo, buscar la confirmación de la idoneidad de la propia interpretación.

Al hablar de los demás se habla de uno mismo y a través de las diferencias se descubre la propia especificidad.

Es muy importante que este sentimiento de unión se exprese también en la relación con los padres: ser capaz de metacomunicarse sobre la relación de los padres, por ejemplo, suele ser un signo de buen funcionamiento de la pareja.

Este tema suele considerarse tabú: cada uno cultiva su relación con su familia de origen y no se concede el derecho a expresar sus opiniones.

Las parejas con un alto grado de conflicto se acusan mutuamente con frecuencia, abriendo con «tú y tu madre» o «tú y tus padres», como si el sistema de relación más importante siguiera siendo el de la familia de origen.

Esto no significa estar de acuerdo en todo; de hecho, la diversidad de opiniones es más interesante, pero la sensación de poder hablar de ello con la pareja, de poder expresar los propios sentimientos con respecto a las realidades de los demás, da una sensación de acogida, de área privada, de espacio para el intercambio de pensamientos íntimos; todo ello crea y mantiene el marco de la vida de pareja.

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